jueves, 7 de marzo de 2013

PRIMER LECTURA DE REFLEXIÓN


Había una vez en un pueblo un peluquero que era famoso por su mal humor. Su actitud agria y su pesimismo eran antológicos, pero como era la única peluquería todos eran sus clientes.
Un día, uno de ellos le contaba ilusionado que se iba de viaje a Europa.
-¿Europa? —preguntó el hombre dando un corte profundo en el pelo del cliente—, ¿para que va a ir a Europa? Allí todo es viejo y está lleno de polvo. Y la gente... Los franceses son antipáticos, los alemanes son fríos, los belgas no se enteran de nada, los suizos... ¡ufff! mejor ni hablar de los suizos...
-Bueno, en realidad, lo cierto es que me voy principalmente a Italia...
-¿Italia?... ¿Cómo se le ocurre?... En Italia todo es complicado, nadie le presta atención, todo es una reliquia y no puedes tocar nada, mirar nada, caminar por ningún lado...
-Es que me hace mucha ilusión ir a Roma, al Vaticano, a ver al papa antes de que...
-¿Ver al papa? —contraatacó el peluquero—, ¿usted sabe lo que es la plaza de San Pedro? Cientos de miles de personas apiñadas mirando pequeñas ventanitas en un edificio vetusto. De repente se abre una ventana y alguien le dice que ese puntito blanco que ni siquiera se ve es el papa... Por favor..., viajar hasta allí para esa estupidez... ¡Qué tontería!
El cliente decidió no hablar más y, al acabar el corte de pelo, se despidió y se fue.
Tres meses después, el cliente estaba otra vez en el sillón del barbero. Este le preguntó sarcástico:
-¿Y que tal Europa?
-La verdad es que tengo que admitir que de muchas maneras usted tenía razón —elijo el hombre bajando la cabeza—; al llegar a Inglaterra me habían perdido las maletas, los franceses se empeñaban en no entender mi castellano ni mi inglés, y para completarlo en Bélgica se les pasó mi reservación y me encontré en Bruselas de noche y sin hotel...
Hubo casi un rictus de satisfacción en la cara del peluquero.
-Y otro tanto en Italia —dijo al fin para cosechar su siembra
-Sí otro tanto, salvo lo del Vaticano...
-El Vaticano..., millones de personas.
-Sí, claro —admitió el cliente—, a esa altura yo no esperaba otra cosa que lo que usted me había anticipado...
-¿Y...? —preguntó el barbero dejando las tijeras.
-Pasó algo increíble... Mientras estábamos en la plaza, el Santo Padre salió a la ventana...
-Sí..., el puntito blanco en una ventana...
-Sí..., pero de repente ocurrió lo que nunca... El papa hizo una señal a sus cardenales y todos nos sorprendimos al ver que Su Santidad aparecía a pie en la plaza. . Había decidido bajar de sus aposentos y ese día caminar entre la .gente. Usted no se imagina la emoción... Quizá pudiera verlo de cerca.
-La verdad que eso es tener suerte ¿eh? —dijo el peluquero c. si contrariado.
-La verdad es que sí. Mucho más cuando me di cuenta de que caminaba con decisión hacia el grupo de gente donde estaba yo...
-Me imagino... Un apretujen de aquéllos... Habrá salido todo machacado.
-Para nada, porque para mi sorpresa el papa se detuvo exactamente frente a mí. Como si me hubiera bajado a buscar..., ¿se da cuenta? Como si me hubiera visto desde allí arriba.
-¿Qué me dice?... El papa en persona... —dijo el peluquero con una mueca que mostraba claramente su fastidio.
-Sí..., en persona —siguió el cliente.
-¿Y? —preguntó el otro.
-El papa me acarició la cabeza y me dijo algo que nunca olvidaré...
-¿Qué le dijo el papa?
El cliente estaba esperando este momento. Con una sonrisa de oreja a oreja contestó:
-Me dijo: "Figlo mío, ¿quién es el animal que te corta el pelo?".

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